Pero le inquietaban ciertas personas que le obligaban a realizar acciones con despropósito, y que sólo buscaban palpar su vanagloria y sus fantasmas. Además de buscar con ansias, la infame resurrección de esqueletos, siempre asociados con las crueldades más exasperantes, las que llevadas con maestría al extremo, sí constituían verdaderas piezas de colección.
Quiso que la posición de sus dedos tomara parte de otras aristas en ese loco deseo; bizarro ó desquiciado, quizás. Saboreó esa parte del anhelo que lo incitaba a convertir esos suspiros en tardía realidad. Extendió sus brazos y sumergió con avidez la vorágine que se hundía en su pecho, un algo distinto y desnudo que percibía agridulce, agreste, callado, pero que clamaba como una herida desde cada poro, quee ansiaba elevarse más allá de las primeras instancias.
La forma no podía ser todo ¿O si?, ¿Acaso la textura podría sostener este amago de conciencia, este recóndito aliento, esta posibilidad de ver con sus propios ojos, el nacimiento de un hecho consumado, propicio?
Deslizó ese instinto feroz por toda la superficie y se halló impávido ante esta victoria, esta carne trémula. La ayudó a bajar del pedestal y se apoyó en su hombro, y contrario a su primer afán, solamente se dejó ejercer en un profundo estado de entrega.
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Cuando se dedicó a tallar su piel, nunca se imaginó que solamente necesitaría, un cincel, grueso, con olor a arduo trabajo y sudor. Su visión no fue un obstáculo, al contrario, sirvió en esta ocasión para traer, para convertir, su deseo en contundente realidad. Ese marfileo rostro, nacido de la mismo anhelo en su interior, representaba por sí mismo, el momento cumbre de su labor artística, de su tesón por incluir vida en una materia fría por naturaleza, lisa, sin alma, transmutar un conjunto de átomos dispersos, -
y coincidentemente reunidos allí- para conformar piezas exquisitas, únicas, irrepetibles.
Su carrera había sido meteórica, avasalladora, trepidante y fructífera. Sus manos habían dado vida a tantos instantes, tantos rostros, cuerpos, todos convertidos en eternos a fuerza de voluntad, habilidad, obsesión, necesidad. Nunca volteaba atrás, pues para él, ese pretérito ubicuo, no precedía a ningún esfuerzo pleno, a conciencia. Simplemente se centraba en un lugar preciso en su escala de ambición. Se desenvolvía inmerso en su trabajo, si pestañear siquiera. Siempre ajeno, lejos de cosas consideradas cotidianas entre la gente; lejos también de relaciones consideradas impropias ó inconvenientes, no había forma de decidir si efectivamente, solía preferir cierto tipo de compañía.
No obstante era consistente en su vida ordinaria. Se levantaba temprano para visitar a sus proveedores, estudiaba a fondo sus proyectos y, a diferencia de muchos contemporáneos, solía tener control completo sobre los presupuestos obtenidos, sobre el motivo de las creaciones, la materia prima, y contra todo sentido común, poseía una defensa tenaz contra cualquier opinión adversa a su desempeño, sus elucubraciones, propias de un "iluminado", no podían recibir ni un ápice de cambio. Tal vez, pudiera considerarse que era ésta la principal razón por la que solía entregarse a un "mecenas" de manera completa -
claro, temporalmente- sin restricciones. Mientras comprendiera que no habría modificaciones a su manera de entender las cosas, todo aquel objeto circular, podía ser tolerado.
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