4:30 p.m. - Un nocturno

Esta noche decidí arrasarte. Voy a desatar todas las fragancias, todas las posibilidades, todos los demonios, todos estos lobos, que correrán sobre la superficie de la tierra, únicamente para devorarte

No quiero compasión, no la necesito, sólo quiero abrirte con esta daga, dejarte pulsando y punzante sobre estas calladas sábanas. Quiero sentir su textura en contraste con la tuya, quiero desvanecerte y desnudarte, para beber de ti desde todos los resquicios, quiero sorberte despacio, y succionar con fuerza, hasta que no quede pudor, hasta que sólo puedan oírse los vientos que cruzan la ventana.

Quiero deshacerte membrana por membrana, músculo por músculo, lágrima por lágrima y tomarte, saberte descalza y comer, devorar con verdadera gula, avaricia, cada una de las partes más sensibles, abarcar desde las dedos, los tobillos, las pantorrilas, las nalgas, y con un derroche de sapiencia, usar un dedo índice para saber el camino que deberé recorrer con dulzura, con perversión, hasta que no haya más noche, hasta que no haya más mañanas, hasta que no quede nada, de ambos, de nadie, hasta que únicamente puedas sentir que se te acaba el aliento, la vida.

Voy a aprisionarte, tomaré tus manos y las someteré a mis deseos, a mis perversiones, las colocaré detrás de tu cabeza, degollaré tus miedos y dejaré que te corras hasta que sudes miedo, hasta que escurras entrega, hasta que tus posesiones sean mías, y tu sumisión sea de ambos.

No dejaré nada de ti.

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