Después de algunos tropiezos, me fijé en mi calzado. Lucía algo desgastado, las agujetas ya no eran suficientemente largas como para hacer un nudo decente. Me detuve un segundo, y cavilé: ¿Qué? ¿Zapatos nuevos? ¿Limpieza? ¿Una boleada para que brillen?
Pero como reza el viejo dicho: "Te Amo más que a mis zapatos viejos"
Así que en este momento solamente traen agujetas nuevas, las cuales se amoldaron perfectamente. Parecen hechas unas para los otros.
Y eso, sólo por el día de hoy, me hace feliz.
Entre tanto, sigo apreciando mi calzado mientras camino entre mares de ciudad.
-Memorias perdidas de un viajante extraviado-
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