Cuando pensé que no había retorno. Cuando creí que todo estaba perdido. Cuando ya no pude levantar la cabeza con vigor, ni con orgullo. Fue ahí precisamente, donde me dí cuenta que todo estaba chueco, que no traía veliz, ni paraguas, ni siquiera reloj. Todo lo había dejado en la parada anterior. Gracias a Dios sí tenía en mi manos un boleto de regreso.
A veces para avanzar hacia el centro, es necesario desandar los pasos, darle cuerda a los relojes y pensar que sin duda, -
hasta en los días más soleados- siempre es necesario un paraguas.
-Memorias perdidas de un viajante extraviado- Etiquetas: Papeles de Viaje, Viajante Extraviado