"Comprendió que el empeño de modelar la materia
incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños
es el más arduo que puede acometer un varón,
aunque penetre todos los enigmas
del orden superior y del inferior:
mucho más arduo que tejer una cuerda de arena
o que amonedar el viento sin cara."
incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños
es el más arduo que puede acometer un varón,
aunque penetre todos los enigmas
del orden superior y del inferior:
mucho más arduo que tejer una cuerda de arena
o que amonedar el viento sin cara."
Las Ruinas Circulares
Jorge Luis Borges
Este es un viaje desde el centro de las ruinas. De esos vestigios concéntricos descritos desde el otro lado, desde de la otra orilla.
Este es un periplo para denostar el pobre sentido de los periplos, de los susurros, de los sueños. Pero también es un intento por salvar el alma del hombre, inmerso en sus propias ideas de grandeza.
Para rescatar al hombre es indispensable, en primera instancia, curar su corazón. Sin este exorcismo básico, toda labor encaminada a tratar de resanar su espíritu, será en vano. No es posible tratar de sumergirse en la inconsciencia de un ser humano común y corriente, sino se ha conseguido un reflejo digno en el alma de un shaman. Es necesario ver a ese "nagual" observar las estrellas, mientras se pregunta el porqué de las cosas. El porqué de las mañanas. El porqué de las laderas escabrosas. El porqué de la humedad y de las sombras en el bosque.
Para entender al hombre citadino contemporáneo, es indispensable, tocar las manos de ese sabio, de ese "hombre de poder", a fin de entrar en contacto con la naturaleza misma que impulsa su espíritu.
Los sueños son como los hijos, vienen cada vez que nos necesitan, cada vez que encuentran urgencia por hallar una partera. Los hijos son como los sueños, dulces y amados, esperados con anhelo y excitación. Con esperanza y destino.
Para ver el alumbramiento de un hijo es necesario soñar. Sin embargo, para crear de la nada vísceras y tripas, para dar a luz un vástago, se debe destruir toda vida pasada, todo vestigio, toda señal de un pasado sin sentido. Es premisa sacar al aire los viejos recuerdos para que desaparezcan como polillas por la ventana. Acto seguido, debe uno caminar por las Ruinas Circulares, por los vestigios de lo que fue y empezar de cero. Edificar desde las cenizas el centro de cada uno, de cada nueva estructura que se vendrá a sumar con las tantas otras que ya están ahí. Sin derrumbar nada más, sólo ocupando su lugar, al lado unas de otras, formando así, nuevos círculos que parten desde un mismo centro.
Todavía escucho los ecos de la voz de aquel guía que se adelantó en el sendero y que con una mueca, tan característica en él, se voltea en el umbral para decirnos que la distancia que falta para llegar al exterior no está muy lejos.
Él, como un padre que ensueña a sus hijos porvenir, esculpió con tinta y amor, el camino de mucha gente relacionada -de una u otra forma- con la literatura. Él tocó con sus dedos a los "sueños" por venir, a todos los que seguiríamos sus pasos para tratar de encontrar, al igual que él lo hizo, nuestro propio origen. Y eso sólo para darnos cuenta que eramos SU sueño y que él a su vez, era el ensueño de alguien más. Multiplicidad de hombres y de momentos. Espejo con reflejos infinitos hasta el principio del género humano, tal y como lo conocemos. Tocar la yema de sus dedos es entrar en contacto con esa parte del espíritu que se encuentra dormida en el pecho.
Al aspirar el nocturno, nos damos cuenta que únicamente somos pólvora mojada y que sólo mostramos nuestro verdadero ser cuando tocamos el fuego. Es entonces que damos gracias y soñamos a nuestra vez con el mago que nos dio vida.
Nota:
Durante mi infancia, mi madre que era muy joven, en vez de leerme cuentos tradicionales ó esos que comúnmente se les relatan a los niños antes de dormir, acudía a textos como el "Llano en llamas", "Confabulario" ó "Casa Tomada".
"Ficciones" fue el primer libro que leí por iniciativa propia como a los 6 años de edad, y al empezar la lectura de "Las Ruinas Circulares" se abrió ante mí un nuevo mundo, un nuevo espacio y tiempo. Para los infantes de mi edad -en aquella época- lo usual era Tom Sawyer y cosas por el estilo, hablarles entonces de Jorge Luis Borges era como platicarles en un idioma extranjero, totalmente distinto. Así que Borges fue mío, mucho antes que empezaran mis inquietudes juveniles. Pude hablar con él a través de sus letras y aprender de sus viajes en momentos en los que la vida se presenta difícil, pues son pocas las personas que pueden hablar con un adolescente, entenderlo y señalarle el camino, y por eso siempre -hasta que pueda conversar con él en persona- le estaré agradecido.
Gracias Borges, donde quiera que estés...
Este es un periplo para denostar el pobre sentido de los periplos, de los susurros, de los sueños. Pero también es un intento por salvar el alma del hombre, inmerso en sus propias ideas de grandeza.
Para rescatar al hombre es indispensable, en primera instancia, curar su corazón. Sin este exorcismo básico, toda labor encaminada a tratar de resanar su espíritu, será en vano. No es posible tratar de sumergirse en la inconsciencia de un ser humano común y corriente, sino se ha conseguido un reflejo digno en el alma de un shaman. Es necesario ver a ese "nagual" observar las estrellas, mientras se pregunta el porqué de las cosas. El porqué de las mañanas. El porqué de las laderas escabrosas. El porqué de la humedad y de las sombras en el bosque.
Para entender al hombre citadino contemporáneo, es indispensable, tocar las manos de ese sabio, de ese "hombre de poder", a fin de entrar en contacto con la naturaleza misma que impulsa su espíritu.
Los sueños son como los hijos, vienen cada vez que nos necesitan, cada vez que encuentran urgencia por hallar una partera. Los hijos son como los sueños, dulces y amados, esperados con anhelo y excitación. Con esperanza y destino.
Para ver el alumbramiento de un hijo es necesario soñar. Sin embargo, para crear de la nada vísceras y tripas, para dar a luz un vástago, se debe destruir toda vida pasada, todo vestigio, toda señal de un pasado sin sentido. Es premisa sacar al aire los viejos recuerdos para que desaparezcan como polillas por la ventana. Acto seguido, debe uno caminar por las Ruinas Circulares, por los vestigios de lo que fue y empezar de cero. Edificar desde las cenizas el centro de cada uno, de cada nueva estructura que se vendrá a sumar con las tantas otras que ya están ahí. Sin derrumbar nada más, sólo ocupando su lugar, al lado unas de otras, formando así, nuevos círculos que parten desde un mismo centro.
Todavía escucho los ecos de la voz de aquel guía que se adelantó en el sendero y que con una mueca, tan característica en él, se voltea en el umbral para decirnos que la distancia que falta para llegar al exterior no está muy lejos.
Él, como un padre que ensueña a sus hijos porvenir, esculpió con tinta y amor, el camino de mucha gente relacionada -de una u otra forma- con la literatura. Él tocó con sus dedos a los "sueños" por venir, a todos los que seguiríamos sus pasos para tratar de encontrar, al igual que él lo hizo, nuestro propio origen. Y eso sólo para darnos cuenta que eramos SU sueño y que él a su vez, era el ensueño de alguien más. Multiplicidad de hombres y de momentos. Espejo con reflejos infinitos hasta el principio del género humano, tal y como lo conocemos. Tocar la yema de sus dedos es entrar en contacto con esa parte del espíritu que se encuentra dormida en el pecho.
Al aspirar el nocturno, nos damos cuenta que únicamente somos pólvora mojada y que sólo mostramos nuestro verdadero ser cuando tocamos el fuego. Es entonces que damos gracias y soñamos a nuestra vez con el mago que nos dio vida.
Nota:
Durante mi infancia, mi madre que era muy joven, en vez de leerme cuentos tradicionales ó esos que comúnmente se les relatan a los niños antes de dormir, acudía a textos como el "Llano en llamas", "Confabulario" ó "Casa Tomada".
"Ficciones" fue el primer libro que leí por iniciativa propia como a los 6 años de edad, y al empezar la lectura de "Las Ruinas Circulares" se abrió ante mí un nuevo mundo, un nuevo espacio y tiempo. Para los infantes de mi edad -en aquella época- lo usual era Tom Sawyer y cosas por el estilo, hablarles entonces de Jorge Luis Borges era como platicarles en un idioma extranjero, totalmente distinto. Así que Borges fue mío, mucho antes que empezaran mis inquietudes juveniles. Pude hablar con él a través de sus letras y aprender de sus viajes en momentos en los que la vida se presenta difícil, pues son pocas las personas que pueden hablar con un adolescente, entenderlo y señalarle el camino, y por eso siempre -hasta que pueda conversar con él en persona- le estaré agradecido.
Gracias Borges, donde quiera que estés...
Etiquetas: Escritores, Paseos varios