Solo y a merced de los elementos, vástago y víctima de esas negras y furtivas tormentas, de aquella incierta bruma, de esas mañanas con niebla, de las tardes con aterradores relámpagos, esas navajas capaces de arrebatarle a uno la vida; de los vientos fuertes que se precipitan desde alturas funestas.
Más de una vez, he palpado la necesidad de romperme, de rasgarme, de no seguir batiéndome, de rendirme ante lo inexorable.
Al fin, todos caeremos por las brasas de nuestro propio peso, ¿no es cierto? ¿Para qué resistir? ¿Por qué no dejarme caer con el resto de los que siguen por ahí, desde donde es preferible no regresar? ¿Por qué este afán obcecado, cuasi oligofrénico sin sentido? ¿Dónde estriba mi necedad, mi destino?
Desde que tengo memoria siempre ha sido igual: aguantar, resistir para no quebrarme, sostenerme con uñas, con las carnes, con deseos, con ansias, con tristezas, con ira, con coraje, con valor, con miedo. Sobrecogerme a mí mismo, pero no indolente, sino totalmente consciente que todo es parte de mí, que los ciclos se cumplen y me dan inicio, y que esta historia que a nadie interesa, únicamente al sol que se mezcla, se interpone entre mi deseo por fugarme y mi anhelo por conseguirme, por conocerme, por convocarme. Ánima que busca imponerse al mareo, a la asfixia, al derredor que se cuela a toda costa.
Sin embargo, puedo decir que los embates funcionan y que su propósito -oculto muchas veces- sirven con arduas llamas, las cuales moldean, pulen con extenso calor, hasta obtener una pasta fina, madura, una artesanía única. Sabiendo algún tiempo después, que todo depende de la atmósfera, de cómo se presentan las cosas, de cómo las percibimos y de cuando no cabe la menor de las dudas.
Por otro lado,y gracias a las contradicciones que me explican y justifican, puedo decir también, que existen tardes vaporosas, grillos con alma de estrellas, que sueñan bajo estas hojas temblorosas, las cuales pensé nunca habrían de revestirse, de admirarse, nuevamente con vida.
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Etiquetas: Laberinto al Interior