La literatura sí cambia al mundo. Podríamos decir que es como el amor. Se cambia a sí mismo, se traduce, se desenrrolla, se contrae; pero siempre lo hace delante de nuestros propios ojos, y lo hace a pesar que nunca muda su rostro.
Creo que la transformación deviene cuando nuestras pupilas llenas de luz, transfiguran a la gente a nuestro alrededor, se modifican los alrededores, se adaptan a la nueva mirada que ha nacido, un acontecimiento terrenal que a nadie pasa desapercibido, pues es patente, real, concreto.
-Memorias perdidas de un viajante extraviado-
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