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Pensamiento a fondo
Por Javier Sicilia y Patricia Gutiérrez-Otero
Revista Siempre
El nihilismo y el mercado neoliberal
El nihilismo no es sólo una corriente de pensamiento, es una actitud ante la vida. Para el nihilismo no hay verdades absolutas ni valores reales, los valores son puramente creaciones culturales o individuales y evidentemente no se edifican sobre fundamentos metafísicos y, mucho menos, religiosos. Nuestro tiempo actual es hijo del nihilismo histórico, a tal punto que Gottfried Benn afirma que “En nuestra época no es el espíritu de Dios el que planea sobre las aguas, sino el nihilismo”. Para este autor el nihilismo es un proyecto de emancipación de la cultura de cualquier influencia teista.
Por otra parte, el mercado, impulsado por sus propios intereses, se ha vuelto el disfraz indispensable para consolar a los hombres del vacío ontológico que viven porque promete la plenitud y, con ello, la felicidad. Sin embargo esto altera inevitablemente la concepción de lo que es el hombre.
El actual modelo de mercado desintegra todo aquello que le pone un obstáculo, entre ello, la idea de sujeto humano, al que hasta ahora Occidente consideró como capaz de libre albedrío, quizá muchas veces sin aquilatar ni lo inconsciente (Freud) ni lo que Ricoeur llamó “involuntario”. El pensamiento crítico es capaz de discutir todo, por ello puede diferir las decisiones y limitar las adquisiciones. El mercado actual necesita un sujeto sin capacidad crítica, guiado tan sólo por sus deseos, acrecentados por la publicidad consumista. De ahí surge una cuestión ineludible ¿actualmente el sujeto humano afronta una liberación inédita o hemos entrado en una nueva alienación?
Según dos sociólogos franceses, D.-R. Dufour y P. Berthier el riesgo actual es que triunfe un modelo de mercado que escapa a cualquier control. El Estado, en cuanto Institución, debe disminuir su lugar en la sociedad para no dificultar la libre circulación de las mercancías. El ultraliberalismo, en efecto, apunta a crear sujetos no condicionados, porque para conseguir la circulación de mercancías no funcionan las cuestiones culturales ni morales, además, debe reducir radicalmente las funciones simbólicas sociales, propias del ser humano y su cultura. La simbolización da a los intercambios económicos un fundamento al reenviar a valores que dependen de la cultura: principios morales, cánones estéticos, modelos de verdad. Por ello, como apunta Giandomenico Mucci, “lo que es ‘trascendente’, que pertenece a la esfera de los principios y de los ideales, al no poder convertirse en comercios y servicios, está destinado al descrédito, porque los valores morales no tienen valor de mercado”.
El ultraliberalismo conlleva, lo queramos o no, una redefinición del sujeto humano. No creemos que esta redefinición, que implica que el hombre es un ser absolutamente libre de toda naturaleza y valor, corresponda al ser humano en su dimensión más plenamente humana que es la dimensión simbólica. No olvidemos la definición que Ernest Cassirer dio del hombre como un “ser simbólico”, y que en el sistema de mercado corre el riesgo de ser suplantado por lo que Illich llamó el homo economicus.Además opinamos que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva y esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez.
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