podemos surgir de nuestras propias cenizas sin un sólo gemido,
sin un sentir,
podemos enfilarnos y treparnos a este tren que todos recorren,
a esas ansias locas de sobrepasarlo todo,
de presumirnos de todo,
pavoneándonos en el vacío,
en el silencio,
en las camas ausentes que nos dejan sin aliento,
sin solsticios posibles.
No sé,
presiento en ti la mirada de un ayer,
no fortuito, pero arcaico,
y que todo trae a cuestas,
pero que intenta dejarte para liberarte de ese fardo de nubes pasajeras,
las cuales se ciernen sobre el gris de un trabuco consistente en luces,
en amparos luminosos,
transformados en alumbrado público.
No pierdas los sinceros azules de un cielo sin estrellas,
de un nocturno callado, pero fresco,
dispuesto a sorberte hasta el tuétano,
hasta las vértebras suaves de ese terreno que llamas mortalidad,
no me escuches, pero parte,
arriésgate a soltar de repente la soga,
a saberte lene; pero cierta,
suave, pero firme,
lánguida; pero candente,
pues el río que fluye,
no abreva de otro origen,
sino del mismo vórtice de tu aliento.
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Etiquetas: Paseos varios