El máximo vicio del corazón poeta consiste en reflejar sus certezas más vagas, sus dudas concretas, sus virtudes virulentas, su humanismo enajenado, su desprecio amoroso, su suave displicencia, su delicado sentido del momento, del instante eterno, aquel que compone el sentido de otras manecillas que se niegan a funcionar, y que únicamente sirven para mostrar, qué sencillamente complicado es todo lo que nos rodea.
Las preguntas se arremolinan, y nadie las contesta, ni siquiera el mismo poeta, que divaga en la próxima duda, en el extremo de una banqueta, en el efluvio de sentimientos, en la orilla opuesta del tráfico vehicular, en el hambre de la tierra que se destila en ríos, en los campos sembrados de caña, en los trigales, en la milpa, en el desgranado de colores que se disuelven al vuelo de una flor pasajera, en el vértigo del mar profundo, en el reducido cambio de estaciones, en el sucinto maquilar de ideas, sentimientos, acciones, que pacientes esperan la acometida, la calca de un esqueleto que se delata en letras, en pasos que se desvían del camino recto y que prefieren echarse a andar por la senda menos transitada.
La desquiciada búsqueda de sabores, de visiones, de pureza, de todas las razones, de los sin sentidos, de amargas confusiones, de vanos espejismos, de la caricatura de perversiones, de la ansiada lujuria, del sexo desteñido, del nocturno arco plateado, del tigre que habita en lo profundo de la espesura carnal, del acelerado jadeo de una noche, del mundo que recuerda olores, del alado transitar de un sueño, de una extasiada carta sin enviar, de palabras aquellas y jamás dichas, de las angustias, de las victorias aciagas, de las largas conversaciones contenidas, de las conquistas a saberse, de las ganancias obsequiadas, de las llegadas, de las partidas, del corazón repatriado... es la meta, la tarea autoimpuesta de convertir los ojos del lector, en luminosas brasas encendidas.
La espera es larga; pero la incitación es mucha. No debes creer todo lo que te dicen, es indispensable que armes tu visión con la estructura de puentes, andamios de otros tiempos, artes obscuras dirían otros.
La displicencia se vierte en campos llanos, yermos por más, en mezclas extrañas, llenas de un concreto vacío, ausente de voluntades, de ojos, de manos acallladas por el cinceleo, por la pasión.
Patrimonio de ayeres llenitos de esperanza, es todo lo que queda de aquellos que nos precedieron, quienes absortos en la construcción de un mejor, un mañana brillante, se dejaron seducir por las visiones de sus vástagos aún no nacidos, de sus mujeres que se entrecortaban la piel, la lujuria, para dejarse arrobar por la proximidad de un futuro incierto, posible y tal vez deseado.
¿En qué consiste la maldad? ¿En preguntárselo uno mismo? ¿En marcar el paso a los demás? ¿En desfijarse, desdibujarse en los malos ratos que pasan tratando de entendernos? ¿De comprendernos? ¿De saltarnos? ¿De asaltarnos confundirnos, entregarnos?
No sé, creo que la maldad consistiría en olvidarse
que somos nada más que un puñado de sueños inconclusos que se niegan a olvidarse, a dormitar en las esquinas de cualquier parte del mundo, de cualquier rincón de la cama.
La maldad reside en negar que somos manojos de sueños que se pierden por dormitar en los andenes, en asientos del transporte colectivo, esos que se extravían fácilmente.
Somos malvados por soslayar a quienes vienen con intención de mostrarse suaves, cuando en realidad sabemos,
son fieras ocultas en cualquier hierba espesa de la acera, en parques de ciudad, son alimañas rapaces escondidas en cualquier pequeño hato de maleza, son monstruos insaciables, ávidos de sangre, de quien sea, que husmeando, hurgando, sólo sacian su sed, su hambre, y se mecen como ramas.
Me extraña quienes me tachan de malvado o cínico, pero no soy ni lo uno, ni lo otro, simplemente voy por allí, bogando, haciéndome estrías en las venas, padeciendo mis preguntas, oteando a la espera del momento, del instante mismo -estoy seguro- determinará mi guía.
¿Malo? ¿De Dónde? ¿De los dedos? ¿De los ojos? ¿De los pies? ¿Soy o estoy malo? ¿Por buscarme, por indagar en mi destino? ¿Por investigar en el pasado? ¿Soy funesto por abrir viejas heridas -que no son mías- para averiguar de dónde vengo? ¿Es malo querer saber así quién soy?
Sí así es, asumo entonces mi maldad
y la lanzo
doquiera, sin aspavientos, sin fijarme siquiera en las palabras, en el qué dirán, en las formas ajenas a mi naturaleza,
en el afán.
Asumo mi maldad, la procuro y abrazo, porque prefiero así, antes que traicionarme, no confío en quien se amedrenta y muestra solicitando perdón, como cosa constante, ¿Qué oculta? ¿Su maldad? No lo sé, de cierto que no.
Creo que parte de mi duda, la disipa este pequeño y acertado poema, de manufactura conocida y no demasiado anacrónica. Al fin y al cabo, siempre me ha tocado contrariar los campos yermos.
El perdedor y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa, todos se han marchado: el más valiente bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes.... y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro: "Chico, tu no sabes pelear" me dijo. y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima de una silla fue como una escena de película y allí quedó sobre su enorme trasero diciendo sin cesar "Dios mío, Dios mío, pero ¿ qué es lo que te ocurre?" y yo me levanté y me vestí, las manos aún vendadas, y al llegar a casa me arranqué las vendas de las manos y escribí mi primer poema, y no he dejado de pelear desde entonces.
¿Por qué escribir poesía? Pero no sólo enredos matizados, sino en realidad, ¿Por qué escribir cualquier cosa? ¿Dónde estriba el fundamento? ¿Por qué escribir en un lugar como éste? ¿Apartado? ¿Por qué escribir en un país con pocos lectores, si casi nadie puede leer? Lo cual hace hoy cierto aquel mensaje: "Las palabras del poeta están escritas en los paredes del tren subterráneo" Si todo esto es cierto, entonces ¿Por qué?
Sin embargo, creo que la pregunta no es la adecuada, y debe saltar, variar, caer de pies: ¿Para qué?
Creo que todo se centra no en el motivo, sino en la mera intención.
Hoy la desagana se apodera de mí, no logro construir algo que me despeje, que me deje sentir el aliento, el vapor, el aroma de un lugar con sombra, de un sitio tranquilo, de un alma cercana.
El vacío susurra en mi oído; pero mi voz no se acalla, el eco se arroja contra mi lecho, y tengo ganas de gritar, de subir, de arrastrarme, de desgarrar los muros, las aceras, las esquinas.
Tengo deseos suicidas-homicidas, quiero acabar con la inmundicia, con el lastre que me impide ver, que no me deja llegar, que me prohíbe completarme, envolverme, y extasiarme con el canto de la sirena, que ahora, en este preciso instante, se oye más cerca.
Me pareció conveniente acercar este texto a ustedes, pues creo complementa el anterior, y señala la tendencia que se contrapone al espíritu del poeta, que al constituirse en un artículo que no sirve para el consumo en masa -a excepción de algunos raros casos-, es desdeñado, transformado en inútil a los ojos de la mayoría, quienes fueron aleccionados por miles de horas frente a un televisor, una revista, un radio, un periódico, que les dice qué pensar y cómo. Sin más aquí:
Pensamiento a fondo Por Javier Sicilia y Patricia Gutiérrez-Otero Revista Siempre
El nihilismo y el mercado neoliberal El nihilismo no es sólo una corriente de pensamiento, es una actitud ante la vida. Para el nihilismo no hay verdades absolutas ni valores reales, los valores son puramente creaciones culturales o individuales y evidentemente no se edifican sobre fundamentos metafísicos y, mucho menos, religiosos. Nuestro tiempo actual es hijo del nihilismo histórico, a tal punto que Gottfried Benn afirma que “En nuestra época no es el espíritu de Dios el que planea sobre las aguas, sino el nihilismo”. Para este autor el nihilismo es un proyecto de emancipación de la cultura de cualquier influencia teista. Por otra parte, el mercado, impulsado por sus propios intereses, se ha vuelto el disfraz indispensable para consolar a los hombres del vacío ontológico que viven porque promete la plenitud y, con ello, la felicidad. Sin embargo esto altera inevitablemente la concepción de lo que es el hombre. El actual modelo de mercado desintegra todo aquello que le pone un obstáculo, entre ello, la idea de sujeto humano, al que hasta ahora Occidente consideró como capaz de libre albedrío, quizá muchas veces sin aquilatar ni lo inconsciente (Freud) ni lo que Ricoeur llamó “involuntario”. El pensamiento crítico es capaz de discutir todo, por ello puede diferir las decisiones y limitar las adquisiciones. El mercado actual necesita un sujeto sin capacidad crítica, guiado tan sólo por sus deseos, acrecentados por la publicidad consumista. De ahí surge una cuestión ineludible ¿actualmente el sujeto humano afronta una liberación inédita o hemos entrado en una nueva alienación? Según dos sociólogos franceses, D.-R. Dufour y P. Berthier el riesgo actual es que triunfe un modelo de mercado que escapa a cualquier control. El Estado, en cuanto Institución, debe disminuir su lugar en la sociedad para no dificultar la libre circulación de las mercancías. El ultraliberalismo, en efecto, apunta a crear sujetos no condicionados, porque para conseguir la circulación de mercancías no funcionan las cuestiones culturales ni morales, además, debe reducir radicalmente las funciones simbólicas sociales, propias del ser humano y su cultura. La simbolización da a los intercambios económicos un fundamento al reenviar a valores que dependen de la cultura: principios morales, cánones estéticos, modelos de verdad. Por ello, como apunta Giandomenico Mucci, “lo que es ‘trascendente’, que pertenece a la esfera de los principios y de los ideales, al no poder convertirse en comercios y servicios, está destinado al descrédito, porque los valores morales no tienen valor de mercado”. El ultraliberalismo conlleva, lo queramos o no, una redefinición del sujeto humano. No creemos que esta redefinición, que implica que el hombre es un ser absolutamente libre de toda naturaleza y valor, corresponda al ser humano en su dimensión más plenamente humana que es la dimensión simbólica. No olvidemos la definición que Ernest Cassirer dio del hombre como un “ser simbólico”, y que en el sistema de mercado corre el riesgo de ser suplantado por lo que Illich llamó el homo economicus.Además opinamos que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva y esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez.
Este texto encierra lo que para mí puede llegar a significar la poesía, el acto fortuito de encadenar palabras, artessanalmente, sumar unas y otras. No podría forjar una imagen mejor que la elaborada por anacess "Opuesta a la alquimia del poeta". No pude dejar de ponerlo aquí para compartirlo con ustedes. Así que, sin más preámbulo:
El reestablecimiento de nuestra conexión con el mundo Daisaku Ikeda
Los poemas y las canciones que se escriben como si el corazón se estuviera derramando sin parar, adquieren vida propia. Van trascendiendo los límites de la nacionalidad y del tiempo. Especial para The Japan Times
Enfurecido por las olas /un mar de nubes baña los cielos. /La luna es un barco /que avanza a remos a esconderse tras un bosque de estrellas.
Este poema estilo waka fue escrito hace unos 1.300 años y forma parte del Manyoshu, la más antigua compilación de poemas japoneses que existe, cuyo título en castellano sería “Diez mil hojas recopiladas”.
Ya nuestro planeta ha enviado seres humanos más allá de la atmósfera terrestre; ya hemos pisado la superficie de la luna. Sin embargo, al leer este poema, uno se pregunta si en los tiempos antiguos las personas no percibían y sentían la presencia de la luna con mayor intimidad que nosotros. ¿Será posible que ellos hayan vivido vidas más ricas, más expansivas que nosotros, quienes con todas las comodidades materiales que disfrutamos, raras veces nos acordamos de admirar el cielo? Sumergida en las preocupaciones materiales, el clamor y el bullicio, la humanidad contemporánea se ha separado de la inmensidad del universo y del flujo eterno del tiempo. Luchamos contra los sentimientos de aislamiento y alienación. Buscamos satisfacer la sed del corazón siguiendo los placeres, sólo para encontrar que nuestros deseos se van haciendo cada vez más feroces.
Esta separación y este alejamiento es, a mi parecer, la tragedia que subyace a la civilización contemporánea. Divorciados del cosmos, de la naturaleza, de la sociedad y los unos de los otros, nos hemos fracturado y nos hemos fragmentado. La ciencia y la tecnología han aportado a la humanidad poderes que escapan a la imaginación, y que le han traído beneficios inestimables a nuestra vida y nuestra salud. Pero todo ello ha llevado, en paralelo, a la tendencia a que nos distanciemos de la vida, a que limitemos y reduzcamos todo lo que nos rodea a números y cosas. Hasta las personas se han vuelto cosas. Las víctimas de la guerra se presentan como estadísticas. Nos mostramos insensibles a lo que realmente significan un sufrimiento y un pesar que son imposibles de describir con palabras.
Los ojos de un poeta descubren en cada persona un sentido de lo humano que es único e irreemplazable. Y mientras el intelecto arrogante busca controlar y manipular al mundo, el espíritu poético se inclina en reverencia ante sus misterios. Cada ser humano es un microcosmos. Vivimos aquí en la Tierra, y respiramos al ritmo de un universo que se extiende infinitamente sobre nosotros. Cuando brota una resonante armonía entre el inmenso cosmos exterior y el cosmos que vibra dentro del ser humano, nace la poesía. Puede ser que en el pasado todas las personas hayan sido poetas que se mantenían en un diálogo íntimo con la Naturaleza.
En el Japón, la obra Manyoshu incluye poemas escritos por personas de todo tipo, y casi la mitad de los poemas llevan el sello de “autor desconocido”. Estos poemas no fueron escritos para engalanar a un nombre. Los poemas y las canciones que se escriben como si el corazón se estuviera derramando sin parar, adquieren vida propia. Van trascendiendo los límites de la nacionalidad y del tiempo a medida que pasan de una persona a otra, de un corazón a otro. El espíritu poético puede encontrarse en todos los quehaceres humanos. Puede, por ejemplo, estar activo en la íntima búsqueda de la verdad que palpita en el corazón de un científico dedicado a la investigación.
Cuando el espíritu de la poesía vive dentro de nosotros, incluso los objetos dejan de parecer sólo cosas, y nuestros ojos adquieren la destreza para captar la realidad espiritual interna. Una flor pasa a ser más que una flor. La luna deja de ser apenas materia que flota en los cielos. Y cuando fijamos la mirada en una flor o en la luna, percibimos intuitivamente el vínculo insondable que nos une a todo lo que existe.
En este sentido, los niños son poetas por naturaleza, por nacimiento. Atesorar y nutrir sus poéticos corazones, permitiéndoles desarrollarse, hace también que los adultos nos acerquemos a nuevos descubrimientos. Después de todo, nosotros no existimos solamente para cumplir nuestros deseos. La felicidad real no se encuentra en tener más posesiones, sino en profundizar nuestra armonía con el planeta. El espíritu poético posee el poder para recuperar el “tono” y reconectar a un mundo discordante y dividido. Los verdaderos poetas se mantienen firmes, mientras confrontan los conflictos de la vida y sus complejidades. El daño que se le hace a cualquier persona, en cualquier parte, causa agonía al corazón del poeta. Un poeta es aquél que ofrece a las personas palabras imbuidas de valentía y esperanza, a la vez que busca una perspectiva —un paso hacia lo profundo, un paso hacia lo alto— que permita hacer tangibles las difíciles realidades espirituales que se nos presentan en la vida.
El sistema de segregación racial denominado apartheid fue una grave afrenta contra la humanidad, y la sagaz espada de las palabras jugó un papel importante en la resistencia y el combate a este mal. Oswald Mbuyiseni Mtshali es un poeta sudafricano que luchó contra las desigualdades del apartheid esgrimiendo la poesía como arma. Él escribe:
“La poesía despierta nuestra espiritualidad y la robustece. Nuestro lado espiritual es nuestra fortaleza más real y más profunda. Es la energía que nos hace personas decentes, plenas de empatía hacia los necesitados o afligidos, hacia quienes están padeciendo por la injusticia y por otros errores o males sociales”.
Nelson Mandela leía los poemas de Mtshali en la prisión, y extraía de ellos la energía para mantenerse luchando.
El poeta brasileño Thiago de Mello, elogiado como el protector del Amazonas, también soportó opresión de manos del gobierno militar. En la pared de la celda en la que fue encarcelado, encontró un poema escrito por un preso que había estado ahí anteriormente:
“Está oscuro, pero yo canto porque sé que el alba vendrá”.
Eran palabras de uno de sus propios poemas.
Como muchas personas jóvenes de mi generación, en medio del caos y el vacío espiritual que siguió a la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial, yo logré un incalculable estímulo al leer “Hojas de césped”, de Walt Whitman. La desbordante libertad del alma de Whitman me llegaba como un relámpago de empatía.
Ahora más que nunca, necesitamos la voz estruendosa y conmovedora de la poesía. Necesitamos las apasionadas canciones del poeta, canciones de paz, canciones que hablen de que todas las cosas comparten una misma existencia, y que todas las cosas se benefician entre sí. Necesitamos el despertar del espíritu poético dentro de nosotros, la energía juvenil y vital, y la sabiduría que nos permite vivir al máximo. Todos debemos ser poetas.
Un poeta japonés antiguo escribió:
“Los poemas se levantan como diez mil hojas de lenguaje desde las semillas de los corazones de las personas”.
Nuestro planeta tiene cicatrices y ha sufrido daños, sus sistemas de vida tienen la amenaza del derrumbamiento. Debemos proporcionar sombra y protección a la Tierra con “hojas de lenguaje” que se levanten desde las profundidades de la vida. La civilización moderna sólo será saludable cuando el espíritu poético recupere su justo lugar.
La inmutabilidad nos alcanza, podemos surgir de nuestras propias cenizas sin un sólo gemido, sin un sentir, podemos enfilarnos y treparnos a este tren que todos recorren, a esas ansias locas de sobrepasarlo todo, de presumirnos de todo, pavoneándonos en el vacío, en el silencio, en las camas ausentes que nos dejan sin aliento, sin solsticios posibles.
No sé, presiento en ti la mirada de un ayer, no fortuito, pero arcaico, y que todo trae a cuestas, pero que intenta dejarte para liberarte de ese fardo de nubes pasajeras, las cuales se ciernen sobre el gris de un trabuco consistente en luces, en amparos luminosos, transformados en alumbrado público.
No pierdas los sinceros azules de un cielo sin estrellas, de un nocturno callado, pero fresco, dispuesto a sorberte hasta el tuétano, hasta las vértebras suaves de ese terreno que llamas mortalidad, no me escuches, pero parte, arriésgate a soltar de repente la soga, a saberte lene; pero cierta, suave, pero firme, lánguida; pero candente, pues el río que fluye, no abreva de otro origen, sino del mismo vórtice de tu aliento.
¿Por qué la confusión? ¿Por qué la gente tiende a malinterpretar la palabra compasión? ¿Podría ser que en su enajenación, en su acelerada y poco informada alienación, sólo perciben en el otro, no su empatía, sino un sufrimiento, una probable "pena ajena"? La compasión, no es únicamente una palabra, una suma de letras. Ésta en especial, encierra en su arcano algo más; un murmullo que sólo una persona verdadera puede expresar. He escuchado a diversos individuos exhibirse y señalar: -Por favor, no, no quiero que sientas compasión por mí. Me sorprenden, me causan extrañeza. Es como si el sentir compasión por alguien se convirtiera de repente, en un insulto, en una agresión contra el prójimo, en un acto políticamente incorrecto ¿Quién dijo que hay que respetar todas las maneras políticas? ¿Acaso todas son adecuadas? ¿Acaso todas se apegan a la realidad que vivimos? No entiendo ¿De dónde viene este malentendido, esta confusión? ¿Quién la inició? ¿Con que intención? ¿Con la de rebajar el sentimiento, la coincidencia? ¿La empatía? ¿Por qué hacerlo de forma tan maniquea y grotesca, como si fuera agua para café? ¿Pensarán que uno siente vergüenza por ellos? ¿De verdad entienden lo que cada palabra significa? Y después de eso ¿Lo que hay detrás? ¿Lo que realmente implica cada una? O como todo ¿sólo suponen y prefieren quedarse allí?
pena. (Del lat. poena). 1. f. Castigo impuesto conforme a la ley por los jueces o tribunales a los responsables de un delito o falta. 2. f. Cuidado, aflicción o sentimiento interior grande. 3. f. Dolor, tormento o sentimiento corporal. 4. f. Dificultad, trabajo. 5. f. Cinta adornada con una joya en cada punta, que usaban las mujeres anudándola al cuello y dejando los cabos pendientes sobre el pecho. 6. f. Velo de luto riguroso que, sujeto del sombrero, llevaban las mujeres, flotante sobre la espalda. 7. f. Á. Caribe, Am. Cen. y Méx. vergüenza.
vergüenza. (Del lat. verecundĭa). 1. f. Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena. 2. f. Pundonor, estimación de la propia honra. Hombre de vergüenza. 3. f. Encogimiento o cortedad para ejecutar algo. 4. f. Deshonra, deshonor. 5. f. Pena o castigo que consistía en exponer al reo a la afrenta y confusión públicas con alguna señal que denotaba su delito. Sacar a la vergüenza. 6. f. ant. Listón o larguero delantero de las puertas. 7. f. germ. Toca de la mujer. 8. f. pl. Partes externas de los órganos humanos de la generación. ~ ajena. 1. f. La que uno siente por lo que hacen o dicen otros.
lástima. (De lastimar). 1. f. Enternecimiento y compasión excitados por los males de alguien. 2. f. Objeto que excita la compasión. 3. f. Quejido, lamento, expresión lastimera. 4. f. Cosa que causa disgusto, aunque sea ligero. Es lástima que no hayamos venido más temprano.
compasión. (Del lat. compassĭo, -ōnis). 1. f. Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias.
Hace poco pregunté: ¿Por qué es necesaria la parábola? ¿La metáfora? ¿De verdad es indispensable? ¿Para qué ocultar el sol con la mano si todo es tan claro? ¿Tan pleno? ¿No acaso, si se señala a la luna, el idiota sólo puede ver el dedo? Entonces ¿Qué? ¿Se hizo así por miedo? ¿Por acto reflejo? No entiendo, de verdad, no, si "El koro-nel no tiene kien le ezkriva" ¿Para qué recalentar nuestros huesos al sol? ¿Dónde está la faena? ¿Dónde la épica? ¿Por qué el papiro debe ser tan largo? ¿No causa confusión? Y corrijo esté tropel de desfiguros, la pregunta cambia, sin duda: ¿Para qué?
Macondo está cerca, cualquiera lo sabe; sus calles nos habitan;
sus fantasmas nos depilan el sudor,
la sangre,
la tierra adentro,
el murmullo que corre por debajo de este trazo fatal;
pero todo esto me apunta,
me sofoca:
¿Dónde están sus muertos? ¿A mitad de la calle?
¿Es acaso todo esto sólo un panegírico?
¿Una omisión?
¿Cosecha de desolaciones? ¿De flagelos presentes?
¿Gritos de monstruos vivos de un pasado cercano?
¿Esqueletos prestados?
Ayer se cumplió un lapso, un ciclo, un círculo que cierra su apretado puño, nada es para siempre, aunque el rostro es el mismo, las calles, las casas, han cambiado un poco, y se ve que el asunto -nada más- gira alrededor del kilometraje. Me recuerdas con esa pose antioqueña, el sueño del lenguaje común, del olvidado souvenir: todos somos lo mismo, sólo hace falta claridad y valor en tu caso se da más lo segundo que lo primero, para cumplir no ochenta, sino cien.
Me deleito en tus fulgores, como lo hace el sol delante de la flor, simplemente te degusto, como se sabe, debe hacerse con los manjares más suaves, carnosos y de coloreada tersura.
Sé que estás presente en todos mis rincones, en los picos escarpados, en todas las nubes que revolotean negras en la cumbre, en los nidos de las ramas, en los secretos con olor a papel viejo, en las fotografías en blanco y negro, en las miras que pongo sobre el cielo, en las estrellas que se ponen antifaz.
No me preocupa perderte,
pues te sé adentro, y no me tientes,
porque a la entrada del tiempo hay una puerta que no deja entrar a cualquiera, y que selecciona por afición,
aves pasajeras.
Indícame cuál será tu destino,
pues me aficioné a tus andares, que sigilosos seguían mis pensamientos, a tus avatares dudosos,
que se deslizan sobre este filo mortal.
Te abarcaré, limitaré y sondearé,
hasta el borde mismo de los ojos, donde podré hallarte, para atraparte, orillarte hasta que no puedas más, hasta vencer todos tus demonios,
Ahora que me deleito viviendo debajo de este árbol suave y oloroso, ¿Qué puedo esperar de la vida? ¿Una extensión? ¿Una prórroga? ¿Más días soleados? ¿Mayores fantasías? O simplemente, ¿Es que no deseo ver más allá de este jardín plantado con esmero, con trabajo duro, con seguridad? ¿Debo acaso esperar ásperas borrascas? ¿truenos? ¿relámpagos inciertos? Mientras debato mi alma en avatares presentes, decido esperar siempre lo mejor: una sonrisa callada en medio del llanto ajeno, y un frasco lleno de esperanza, la cual se alza en luciérnaga curiosa en ese futuro solsticio. Y reflexiono -Ese es mi motivo, esa será mi fuerza: mantener vivo este hermoso y alto almendro que se mece ahora con el sol de invierno.
When you arrived this morning I didn't know what to think, Are you a ghost? A wraith? Or just a mishappen? I didn't know what to expect, until you open your mouth to mumble, to mumble one simple truth: Days are not over yet, but you may finished them with negligence, omission, misfaith and unhappiness. The dim light of the shore hit directly upon your softly face, that vanished in the air as a lightly fog. It was a dream? An illusion? A secret desire?
En una visita a mi antigua niñez, a mis paseos varios, me reencontré con una compañera de juegos, quien al verme lo primero que dijo fue: ¿Dónde quedó tu mirada alegre? ¿Dónde está aquel que conocí? Tú tienes otros ojos, lejanos, nostálgicos y tal vez un poco tristes. No te conozco, no sé quien eres. Instantáneamente sentí una verdadera oleada de sorpresa fría en la espalda. No supe que responder. Únicamente pude percibir debajo de todo, un par de dudas de manera pertinaz ¿Pues cómo me veo? ¿Quién soy?
¿Por qué cuando más prisa tienes, las cosas van más lento? ¿Por qué cuando requieres un poco de calma todos deciden correr despavoridos? ¿Por qué cuando requieres de un poco de mimos, todo se vuelve fútil y gélido? ¿Por qué si necesitas imaginación, las cosas en general, no proceden de los lugares más sutiles? ¿Por qué? ¿Por qué deben convertirse las cosas en todo lo opuesto? ¿Por qué deben contrariar o contradecir al Sr. Sentido Común? ¿Por diversión? ¿Es acaso cosa de gracia? ¿es un deporte del cual todos gozan menos uno? ¿Es rumor conocido? ¿Un secreto a voces? ¿Es un chiste del que todos participan menos tú? ¿Dónde estriban los bordes? ¿Dónde esta mi risa? ¿Por qué no río? ¿Por contrariarlos? ¿Por desafío? ¿Por qué?