desde la mirada gélida de los paseantes,
desde la plenitud de los días grises,
desde la planicie que se extiende en este otrora hermoso valle,
puedo decir que el mundo se reduce, no sólo a polvo, miseria,
pobreza, deslealtad, corrupción y violencia.
Hoy más que nunca,
puedo sentir el roce del viento en el piso treinta y tantos de un céntrico edificio,
asolarme por el despampanante panorama que se extiende por kilómetros,
hasta la orilla misma de unos viejos volcanes,
de unos terrosos montes,
de unas colinas desgastadas por el pase del transeúnte distraído,
o por el andar del tiempo.
Me elevo con el satín que se desagarra,
me desando entre los girones que me llaman,
que me incitan a presenciar,
a maravillarme del mundo más allá de mis propios dedos,
de mi humanidad desganada, desgastada, descontenta;
pero que sin duda se hunde en el vértigo del asombro.
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Etiquetas: Paseos varios