Elevar mis deseos por detrás de las pantorrillas, las rodillas,
escalar la cintura,
tomar lo que se desdibuja sólo debajo de esa camisa blanca.
Tomarlo entre mis manos, sondear esa sombra que se esconde en la última parte de la pared.
Tragarme tu estómago, tus costillas, la axila izquierda, la clavícula, el cuello.
Sumergirte, danzar sobre tí, en la boca, en la nuca, quitar lo que sobra, eso que únicamente es tela. Dejar tus tacones intactos hasta saberte indolente con la tibieza, con el aliento de mis bajos instintos y que sucumben cuando tomo esas armas suaves que son tus piernas, para despojarlos de los zapatos y devorar tus pies, los dedos, los talones.
Morder hasta el hartazgo, hasta la copa misma de la ambrosía y beber hasta sofocar la voz de tu garganta, menguando en tus ojos, abriendo tu sesgo más abierto, más suave e íntimo.
Comer hasta que la bestia interna se sofoque y pueda dormir tranquila en tu regazo.
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Etiquetas: Paseos varios