Esta vez me confundí con un trapecio ¿Dónde se ubicaban mis límites, mis formas? ¿Dónde empiezan los ángulos más agudos y dónde los más obtusos?
Las llamadas para ampliar mis horizontes se presentan todos los días, de manera subrepticia pero inefablemente, sólo los ojos responden al llamado y sigo esperando porque mi alma regrese con mis pantalones, porque las amarras de esta barcaza se dejen llevar lejos por este deshilvanado embrujo, por este vaho que recorre la piel que me presta vida.
Ser un trapecio tiene sus beneficios, no es necesario ser simétrico para obtener algo de amor, no es indispensable ser una forma exacta, bella, con ángulos símiles o verosímiles para comprender que la vida se llena con espacios vacíos, con espíritu, con determinación, con esa necia voluntad de pervivir a pesar de todo y todos.
Si fuera un triángulo equilátero, tal vez, me dejaría seducir por las maquetas de la existencia, por esas avenidas concordantes, por los espacios y coincidencias universales, por los marcos perfectos, por las deidades omnipotentes que deciden cuál es el mejor lugar y desempeño de cada uno.
Si fuera una esfera o un círculo, me dejaría llevar por los placeres más hedonistas, por la manía de verme desde el centro y hacia los lados, tendería a pretender saber siempre la verdad, sería necesario que alguien, en algún punto, descubriera la verdad para mí, diciéndome que la vida no está en el diámetro, sino en la tangente.
Si fuera un cuadrado equidistante, podría saberme de memoria las capitales del mundo, no olvidaría nunca las lecciones que me dieron en la escuela desde la primaria, tendría presente siempre las implicaciones y consecuencias de mi actos, lavaría mi cara y dientes todos los días, a fin que la gente que me rodea pudiera conocer siempre, mi mejor cara, mis facciones más modestas, mi manías menos aciagas. Podría ser quien yo quisiera, suponiendo que mis calificaciones, instrucciones y educación vienen de familia, de la élite de la sociedad y de Dios.
Pero soy un trapecio, sin más, y mi Dios es perfecto porque toma en cuenta mis imperfecciones para la creación de un mundo donde quepo, donde me ubico y comprendo que nada es perfecto, aunque parezca que sí.