Las nubes caen como hojas, cada pensamiento, una voluta un espasmo, una razón para seguir mirando, mientras en el cielo, el dragón blanco se despierta y se estira, mirando con sus ojos azules
What happen every time you kiss me before sunset? Do you think this is a fateful joy? A mocking bird singing in the corner of the eye? A grasp on the sky, before we leave sins for our young children behind?
Trace my skin and pray thy name because this is just a fair trade place you lips under my pillow and wish for the night something that might never happen but something that we could sing in the deep of forest in the plain sight of this desert that now, embraces me.
¿Cómo puede haber flores que crecen tan hermosas? Que vuelan, que se estremecen, que bailan, que van y vienen, incansables, que crecen solas a la vera del camino, que corren descalzas por ahí, impregándolo todo, floreándolo... ¿Cómo pueden existir flores tan hermosas? Que crecen aladas, como suspiros, que se desviven por colorearlo todo, por subsistir, y que por el sólo hecho de hacerlo le dan vida a todo aquello que tocan ¿Cómo es posible? ¿Dónde está la magia? ¿De dónde vienen? ¿Adónde van? ¿Cómo es posible? No consigo salir de mi sorpresa, continúo atónito... Únicamente puedo murmurar algo inaudible para el resto, mientras subo al convoy: gracias
"La poesía -me dijo alguien conocido- sirve para llevar a las chicas lindas a la cama, de ahí en fuera, puede que no tenga ninguna otra utilidad."
Después de vagar por mares de páginas, por pasillos largos y noches sin bohemia, de dialogar con musas vivas y escritores muertos, pensé que esa frase era cierta, que los filósofos retóricos no habían vivido en vano, que su arte estaba definido y heredado.
Sin embargo, creo ahora -y en retrospectiva, digo- es cuando más perdido y marchitándome estaba. Cuando el corazón oculto -y que escribía cartitas de amor a destinatarias de la infancia-, avergonzado, maltrecho, fuera de moda, se su sumía en lugares trillados, vacíos: una copa, unos amigos, algunas lunas sin vela, un barco sin destino; una brújula sin extremos, en sábanas compartidas pero blancas.
No obstante lo atinado, aquí en África, hay algo en ella, que mantiene inquietos a los elefantes: después de sentarse al descampado, de sufrir la lluvia, el desamparo, el consumirte la piel, el desarroparte para sentir el peso de las nubes, hay una conclusión: Nadie es poeta.
Y ese Nadie que es poeta, porque sólo -y simplemente- somos, lo expresamos de manera distinta. Nos gustan las palabras, su olor, su textura, su sabor, y las rumiamos mientras pastamos, desapercibidos en el mundo actual, tan posmoderno.
Literalmente somos hojas y/o vaca. Nos fundimos en el entorno, mudamos de piel, a la espera de una presa, estirando nuestra lengua de tres metros y medio para hallarnos un momento después, bien adentro y con sorpresa. O simplemente, guisamos a fuego lento sin dejar que el agua se consuma; tres huevos, harina, mostaza, miel de abeja y pimienta al gusto...
¿Ser poeta? Cualquiera es poeta. Sólo falta estar vivo para mostrarlo, para exhibir huesos calcinados, cicatrices, colores, y soñar con la materia de que estamos hechos.
Vive dentro de esa esfera que llamas tranquilidad, respira dentro de esa animación suspendida que llamas cotidianidad, supera el escozor que te produce la casa, el hogar de todas las tertulias, las cucarachas, las calmas chichas y los encendidos ánimos.
Astericos que se prenden de los ojos, para llenar los espacios vacíos, las cuencas llenas de un estado nostálgico, de una matrona cubierta de yerbas en cualquier camellón, en cualquier banquerta abierta, en el caudal de interrogantes, que se abren la piel buscando.
Dices que ésta es tu casa ¿Cuál? ¿Dónde? ¿Para qué? Si así lo quieres ¿Para qué me increpas? ¿Para qué te deslizas y buscas mi sonrisa o alguna otra señal que indique que puedes seguir?
No te arrastres, sólo discurre, No te ocultes, desandate, No te escurras, transcurre, Mimetizate con el que te observa, siente sus pasos en los tuyos, abárcalo, supéralo, franquealo, para que después, cuando abra el alba, sólo puedas entrar en la cama y llamarlo por su nombre.
Luces neón, cigarros encendidos, bocas que buscan un respiro, en el alcohol, en el humo, esa substancia sucia que sofoca las orillas, los centros, los resquicios, las servilletas llenas de lapiz labial, en los ojos que solicitan piedad, misericordia, y lo único que consiguen es voltear la página, mañana otro día será.